Stmo. Cristo de la Vera+Cruz
Stmo. Cristo de la Vera Cruz
           En 1624, concretamente el dÃa 8 de Marzo, el imaginero cordobés JUAN DE MESA entrega a los mayordomos de la cofradÃa de la Vera Cruz de Las Cabezas de San Juan la imagen de un crucificado, que fue sufragado por el capitán Francisco de Gámez, y que desde entonces viene siendo el titular de su hermandad.
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           Estos datos fueron conocidos a raÃz de la restauración a la que fue sometida la venerada imagen en 1983 por el profesor Arquillo Torres, el cual extrajo un pergamino a la efigie donde, de puño y letra del imaginero, se especificaban los datos expuestos anteriormente.
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“Reynando en las españas Don Felipe quarto deste nombre y estando a la saçon en sede vacante por muerte de Don Rodrigo de Castro y Quiñones y siendo asistente don Fernando RamÃrez Faxinas - se acabó esta hechura de Cristo en ocho de marzo del año de mil seiscientos y veinte quatro por el maestro Joan de Mesa, natural de Córdoba, y vecino de esta ciudad de Sevilla por orden de los mayordomos de la cofradÃa de la Vera Cruz de la villa de Las Cabezas de San Joan. Pagolo el capitán Francisco de Gámez por cuya solicitud se hizo para honra y gloria de Dios nuestro Señorâ€.
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           El Cristo de Las Cabezas resume en Él los rasgos peculiares del imaginero cordobés: su realismo es tal que en Él se puede estudiar anatomÃa.
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           Este crucificado muerto evoca el dolor divino según el espÃritu de Trento y el sentir popular.
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           La hermosura de su cuerpo junto a su rostro, son siempre serenos, el tratamiento del sudario nos permite entrever el descubierto de una cadera que más que divina es humana. Su rostro se enmarca con abundantes rizos de cabellos y barbas. AquÃ, al igual que en el resto de su producción cristÃfera, Mesa utiliza un solo clavo para los pies.
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           Es el Cristo muerto con caracterÃsticas de un hombre corpulento que aparece coronado de espinas (talada en la misma cabeza) y con un paño de pureza como sudario que sigue el estilo montañesino empleado en el Crucificado de la Buena Muerte de Sevilla o en el que preside el presbÃtero de la Catedral de la Almudena de Madrid.
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           Todo se ha consumado, Cristo pende desplomado del madero, pende de los brazos hacia delante, las rodillas flexionadas por el peso corpóreo y la cabeza inclinada hasta su diestra, su mirada inerte tiende al sosiego, de la que emana irremediablemente la devoción.
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           Es, tal y como lo definió el imaginero Antonio Illanes “el Cristo histórico del Barroco†presentado en una efigie sagrada que representa la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre.
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